Cada vez son más las personas que instalan un baño turco en su casa para disfrutar de los beneficios del baño de vapor. Ya sea porque queremos mejorar el aspecto de nuestra piel, estimular el sistema nervioso, humidificar las vías respiratorias o simplemente disponer de un espacio de relajación, el baño turco es el aliado que necesitas.
La historia del baño turco recorre algunas de las civilizaciones más importantes de los últimos 20 siglos, viajando por el planeta de punta a punta y sobreviviendo a la caída del imperio romano, a las guerras de religión y la sociedad moderna tal y como la conocemos hoy. Y es, precisamente a partir de la revolución industrial del siglo XVIII cuando los baños de vapor disparan su popularidad en Occidente, haciendo que mucha gente restaure baños antiguos o trayendo por primera vez este tipo de baños a países donde nunca antes se habían visto.
Una piscina con baño turco nos permite disponer de un pequeño spa en casa disponible todos los días. Es una forma sensacional de cuidar nuestra salud y que lleva con nosotros desde hace más de 2.000 años ya que, el origen del baño turco está muy ligado a los baños romanos.

El origen del baño turco
Los baños romanos eran unas de las estancias más importantes para la sociedad de la época y que jugaba un papel fundamental a la hora de las interacciones sociales entre los miembros de la comunidad romana. Si en un primer momento nacieron como un edificio asociado al gimnasio griego, no tardaron en independizarse y crecer hasta incluir piscinas frías, con agua caliente, templada o incluso baños de vapor.
Acudir a un baño romano no respondía solo a una necesidad de higiene sino que la población los utilizaba para relajarse, disfrutar de masajes con aceites esenciales y probar los beneficios del baño de vapor para la salud. Durante estos baños se cerraban tratos comerciales, se comentaban las noticias del día y se forjaban luchas políticas en la intimidad que solo este tipo de estancias podía ofrecer a sus visitantes.
Los baños turcos surgieron a raíz de los baños romanos y su popularidad fue tal que alcanzaron a la sociedad islámica medieval, sobreviviendo a los conflictos religiosos de una de la época, al Imperio Otomano y más tarde disfrutando de una gran popularidad en Estados Unidos y Europa a partir del siglo XVIII, llegando por primera vez incluso a países lejanos como Nueva Zelanda o Australia.
Beneficios del baño turco
Los beneficios del baño turco son muchos y abarcan una gran cantidad de patologías. Partiendo de la base de que la combinación de calor y humedad ya activa nuestro organismo a todos los niveles (cardio-respiratorio, estimula el sistema nervioso e incluso influye en el equilibrio hormonal), las propiedades del baño turco o hammam hacen que este sea uno de los elementos más deseados en un spa.
El baño de vapor tiene la particularidad de que se encuentra a una temperatura inferior a la de la sauna seca, por lo que es más fácil de tolerar para las personas que nunca han probado este tipo de tratamientos. El cambio de temperatura es menos estresante para nuestro cuerpo y favorece la desaparición del estrés.
Un baño turco suaviza la piel, limpia los poros y combate el acné, alivia los síntomas de la menstruación y reduce el dolor, mejora el proceso de intercambio de oxígeno y tiene un efecto expectorante muy útil en personas con problemas respiratorios. Es un tipo de tratamiento que tiene efectos beneficiosos tanto a nivel estético como para la salud, por lo que sus ventajas atraen a todo tipo de público.
Otra de las propiedades del baño turco más populares es que, combinado con un masaje, potencia el efecto relajante del tratamiento y nos relaja tanto a nivel muscular, mental e incluso tiene un efecto positivo en nuestros niveles hormonales.
Si quieres cuidar tu salud y disfrutar de la experiencia de tener un spa en casa, instalar un baño turco o hammam es una elección que nunca falla. Por un lado cuidarás de la salud de las personas que más quieres y, por otra parte, convertirás el espacio de tu piscina es un spa privado de lujo.
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